Debiera cambiar el nombre de esta sección. Y eso por la clase de lectora que soy. Digamos que soy una lectora del tipo "leo recomendados", bah, una lectora cobarde, voy a lo seguro. Es muy raro que entre en una librería y elija un libro al azar. Generalmente voy y compro alguno de los recomendados, directa o indirectamente, por alguien de mi entorno.
Claro que en la literatura funciona mucho y muy bien el boca en boca, pero en esa cadena alimentaria vendría a ser un eslabón intermedio, algo así como una consumidora de tercer o cuarto orden. Necesito recomendadores para saciar mi apetito literario.
Pero ojo, soy exquisita a la hora de elegirlos, no acepto recomendaciones de cualquiera, en realidad tengo muy claro cuáles seguir y cuáles ignorar, aunque a veces me equivoco, obviamente. A lo largo de los muchísimos años de lecturas y recomendaciones y alguna que otra decepción aprendí en quiénes puedo confiar en cuanto a gustos literarios. Una de esas personas es Natalia Méndez.
Desde hace ya bastante tiempo, desde un café compartido y una larga charla sobre Irving y Garp (creo que también comí una torta que estaba muy buena ese día), sé que no me equivoco si leo sus recomendados. No porque sea una recomendadora profesional, sino porque es una gran lectora, sumamente entusiasta y una subrayadora incansable. Muchas veces en sus subrayados encuentro material para mis futuras lecturas.
Recomiendo uno de sus muchos y buenos blogs (el que tiene que ver con lo que estoy contando):
Concretamente el libro que da título al post salió de los comentarios que ella hizo por alguno de los lugares en los que nos solemos encontrar. Y lo leí. Y me gustó. Mucho.
Ya saben que no hago crítica literaria, sino que elijo algunas frases que me gustaron y aquí las dejo, por si hay algún consumidor de cuarto o quinto orden que necesite alimento.
"¿Qué sentido tiene la educación, pensó, si luego a la gente le da por usarla?"
"—He dicho: ¿como qué ratón no queremos ser? —preguntó de nuevo Castañoscuro.
—¡No queremos ser como el primer ratón! —gritaron las ratas.
—¡Exacto! ¿Como qué ratón queremos ser?
—¡Como el segundo ratón, Castañoscuro! —dijeron las ratas, a quienes les habían machacado con aquella lección muchas veces.
—¡Exacto! ¿Y por qué queremos ser como el segundo ratón?
—¡Porque el segundo ratón es el que se lleva el queso, Castañoscuro!"
"Las ratas asintieron. Estaban al corriente de los sueños. Se habían llevado un susto de los grandes cuando empezaron a soñar."
"Si no haces de tu vida un cuento, simplemente te conviertes en parte del cuento de otro."
"Lo más interesante que pasa es que la pata Dora pierde un zapato, una pata que pierde un zapato, fíjate, y al final el zapato aparece debajo de la cama después de que se hayan pasado el cuento entero buscándolo. ¿A eso lo llamas tensión narrativa?"
"—Esto es lo que le sugiero —dijo—. Finja usted que las ratas pueden pensar, y yo le prometo que fingiré que los humanos también."
¡¡¡Que lo disfruten!!!